jueves, 19 de junio de 2014

GABO Y EL PADRE ROBERTO AVELLA, POR REYNALDO CABALLERO CACERES.

Conocí al enviado especial de EL ESPECTADOR,  se presentó y dijo: Gabriel García Márquez y deseo charlar un rato con el padre sobre esta monstruosa empresa que se está realizando aquí. Así empezó un dialogo con el padre Roberto Avella, capellán del SENA- REGIONAL BOYACA.            Entré a la oficina del padre y cuando vio que estaba leyendo CIEN AÑOS DE SOLEDAD, comentó que había conocido a Gabriel García Márquez, por allá en el año de 1.954. Vino a Belencito unos días antes de la inauguración de la empresa Acerías Paz del Rio; yo era párroco en Belencito.  Anunciaron que venía el presidente a inaugurar la empresa. El general Rojas Pinilla como buen boyacense, apoyaba esta enorme empresa. Trabajaba gente de todo el país y había extranjeros; los franceses, mejicanos, alemanes se daban la mano en los frentes de trabajo. Yo fui guía de García Márquez dentro de la empresa; estuvimos en el alto horno, almorzábamos en el restaurante, todo preguntaba y anotaba en una libreta. Por la noche él se iba con los franceses para unas casas de prostitución que había en Sogamoso. También acompañaba a los mejicanos y cantaban rancheras y corridos.     El regresó a Bogotá en el avión de la empresa. Marchó feliz y cuando se despidió en la puerta de la iglesia de Belencito me dijo: gracias padre, fue muy amable y sabrá pronto de mí, compre todos los días EL ESPECTADOR. La crónica será de impacto. Salió el artículo y   me citó. Se llama” BELENCITO UNA CIUDAD  A  MARCHAS FORZADAS”.  Ese día el periódico se agotó.  El padre Roberto Avella era de Nobsa, alto y llamaba la atención a las alumnas por su porte y trato. Le decían coca-cola litro. Usaba sotana negra.

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