GABO Y EL PADRE ROBERTO AVELLA, POR REYNALDO CABALLERO
CACERES.
Conocí al enviado especial de EL ESPECTADOR, se presentó y dijo: Gabriel García Márquez y
deseo charlar un rato con el padre sobre esta monstruosa empresa que se está
realizando aquí. Así empezó un dialogo con el padre Roberto Avella, capellán
del SENA- REGIONAL BOYACA. Entré
a la oficina del padre y cuando vio que estaba leyendo CIEN AÑOS DE SOLEDAD, comentó
que había conocido a Gabriel García Márquez, por allá en el año de 1.954. Vino
a Belencito unos días antes de la inauguración de la empresa Acerías Paz del Rio;
yo era párroco en Belencito. Anunciaron
que venía el presidente a inaugurar la empresa. El general Rojas Pinilla como
buen boyacense, apoyaba esta enorme empresa. Trabajaba gente de todo el país y
había extranjeros; los franceses, mejicanos, alemanes se daban la mano en los
frentes de trabajo. Yo fui guía de García Márquez dentro de la empresa;
estuvimos en el alto horno, almorzábamos en el restaurante, todo preguntaba y
anotaba en una libreta. Por la noche él se iba con los franceses para unas
casas de prostitución que había en Sogamoso. También acompañaba a los mejicanos
y cantaban rancheras y corridos. El regresó
a Bogotá en el avión de la empresa. Marchó feliz y cuando se despidió en la
puerta de la iglesia de Belencito me dijo: gracias padre, fue muy amable y
sabrá pronto de mí, compre todos los días EL ESPECTADOR. La crónica será de
impacto. Salió el artículo y me citó.
Se llama” BELENCITO UNA CIUDAD A MARCHAS FORZADAS”. Ese día el periódico se agotó. El padre Roberto Avella era de Nobsa, alto y
llamaba la atención a las alumnas por su porte y trato. Le decían coca-cola
litro. Usaba sotana negra.
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