lunes, 20 de noviembre de 2017

JOSE EUSTASIO RIVERA EN SOGAMOSO, REYNALDO CABALLERO CACERES.
“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”. Así empezó la primera página de “LA VORAGINE” un 22 de abril de 1.922, un sábado, en un cuaderno largo y angosto de pasta de cartón carmelita y folios amarillos con su letra precisa y clara escribió: “Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos –tediosos de libertad– se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón “. ro. En vano mis brazos –tediosos de libertad– se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón “.
La casona de su gran amiga Solita Murillo de Martínez, acogedora y placida, con un enorme brevo en la mitad del espacioso patio, el cariño de esta familia, alejado del corrillo político bogotano, del ajetreo judicial, empezó a escribir la novela “Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes arteros. Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir. “.
Invitado por Lisandro Duran e Isabel Tavera de Duran a su mansión “La Quinta” y luego a la hacienda “las Monjas” la cual dominaba el Valle de Sogamoso, Rivera conoció al niño Rafael Valdés Tavera ( el famoso Conejo Valdés Tavera), sobrino de sus grandes amigos y también conoció a Lolita Duran Tavera hija de estos señores quien fue su gran amor. A Rivera le gustaba salir por la mañana al potrero llamado “El Durazno” y en este solitario paraje escribía y corregía “La Vorágine”. El Conejo Valdés Tavera le llevaba el almuerzo y le enseñaba palabras en inglés a Rivera quien pensaba viajar a Nueva York.
Un día partió Rivera de Sogamoso y fue despedido por sus amigos. En esa velada se oyeron unos versos poéticos dedicados por José Eustasio a Lolita Duran Tavera:
“Ya tu recuerdo llevare grabado Para siempre jamás dentro de mi alma; Porque tú siempre a mi existencia has dado Amor y Fe, serenidad y calma”.
Terminó “la Vorágine” y cerró el manuscrito: “Epílogo. El último cable de nuestro Cónsul, dirigido al señor Ministro y relacionado con la suerte de Arturo Cova y sus compañeros, dice textualmente: «Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!»
FIN

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