TOROS, TOROS…
Llegó el día tan esperado. Hoy es la corrida de toros con los mejores matadores del mundo, con los mejores toros de lidia criados en España, con la asistencia de las porras taurinas más conocidas del país.
Durante tres meses soñó con esta tarde de sol y toros. La boleta la adquirió por abonos...Compró sombra y en el mejor sitio; en una sombrerería muy conocida adquirió un sombrero negro con la calavera de un toro; compró una bota en la tasca preferida por la porras del lugar; también adquirió una botella de manzanilla importada para llenar la bota con el mejor licor; y en un almacén de calzado hecho a mano, adquirió unas botas tejanas.
Está feliz porque asistirá a la corrida más esperada por todos. Vienen comentaristas de radio, televisión y prensa escrita de diferentes países.
La esposa le pidió ese día para el desayuno de los niños y la respuesta fue: ¡No tengo plata!, ¡déjeme en paz! ¡Hoy quiero vivir las emociones de los toros!.
¡Mijo, déjeme para el almuerzo y para la semana de los niños!, volvió a decir la señora toda angustiada...la respuesta que obtuvo de parte de su marido fue: ¡No tengo dinero!
Uno de sus hijos, miró a su mamá, sonrió y dirigiéndose a ella en voz baja, le dijo:
¡Mami, mire la boleta de la corrida!
Sobre la mesa del comedor está la boleta de entrada a la corrida. La señora la cogió y se dirigió a un supermercado, el cual es atendido por su propietario, quien el día anterior lo oyó decir: ¡daría mi vida por ir a los toros!..!Vienen los mejores toreros del mundo!
¡Daría cualquier cosa por una boleta!.
La señora compró el mercado necesario para la semana y pagó con la boleta de entrar a toros....recibió vueltos en dinero.
Al medio día el fanático de las corridas, estrenó camisa y pantalón, se puso el sombrero, se colgó la bota y se dispuso a salir para la Monumental. Allí piensa almorzar y entrar temprano a la Plaza de Toros para gozar del espectáculo. Buscó la boleta de entrada por toda la casa, hasta debajo de la cama, en la caneca de la basura...pero no la encontró.
La casa estaba sola. La señora había partido con los niños para donde su mamá.
No encontró la boleta…son las tres de la tarde...se acostó a escuchar la corrida por radio y mientras oía las verónicas, los pases por alto, el salto de la rana, los aplausos del público, la banda de música, mientras trascurría la corrida, se tomaba sus traguitos de la bota que con tanto esmero había preparado.
La señora regresó por la noche y encontró a su esposo durmiendo la borrachera y el radio encendido. Ella se quedó esa noche en el cuarto de los niños.
Al otro día en la oficina le preguntaron por la corrida y el amante de los toros, se puso a llorar. Todavía no recuerda donde dejó la boleta...La noche anterior estuvo con los amigos departiendo en una casa de reinas y piensa que debió dejarla allí. Esa noche se quitó el saco y le hizo unos pases a una hermosa muchacha...habló hasta por los codos de toros, toreros y del mundo de los matadores.
Toros, toros y el fanático a los toros se quedó dormido, soñando que el año entrante va a asistir a la Monumental de México.
La empresa lo envió a Estados Unidos a un curso de ventas y cuando contó que a él le gustaban las corridas de toros, lo miraron como si fuera un sicario, como si estuviera enfermo de la mente, o loco de remate.
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Reynaldo Caballero Caceres
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