ro. En vano mis brazos –tediosos de libertad– se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.
La casona de su gran amiga Solita Murillo de Martínez, acogedora y placida, con un enorme brevo en la mitad del espacioso patio, el cariño de esta familia, alejado del corrillo político bogotano, del ajetreo judicial, escribía la novela: “Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica “.
Invitado por Lisandro Duran e Isabel Tavera de Duran a su mansión “ La Quinta” y luego a la hacienda “las Monjas” la cual dominaba el Valle de Sogamoso, Rivera conoció al niño Rafael Valdés Tavera ( el famoso Conejo Valdés Tavera), sobrino de sus grandes amigos y también conoció a Lolita Duran Tavera hija de estos señores quien fue su gran amor. A Rivera le gustaba salir por la mañana al potrero llamado “El Durazno” y en este solitario paraje escribía y corregía “La Vorágine”. El Conejo Valdés Tavera le llevaba el almuerzo y le enseñaba palabras en inglés a José Eustasio quien pensaba viajar a Nueva York.
Un día partió Rivera de Sogamoso y fue despedido por sus amigos. En esa velada se oyeron unos versos poéticos dedicados por Rivera a Lolita Duran Tavera:
“Ya tu recuerdo llevaré grabado Para siempre jamás dentro de mi alma; Porque tú siempre a mi existencia has dado Amor y Fe, serenidad y calma”.
Terminó “la Vorágine” y cerró el manuscrito: “Epílogo. El último cable de nuestro Cónsul, dirigido al señor Ministro y relacionado con la suerte de Arturo Cova y sus compañeros, dice textualmente: «Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!» FIN
La casona de su gran amiga Solita Murillo de Martínez, acogedora y placida, con un enorme brevo en la mitad del espacioso patio, el cariño de esta familia, alejado del corrillo político bogotano, del ajetreo judicial, escribía la novela: “Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica “.
Invitado por Lisandro Duran e Isabel Tavera de Duran a su mansión “ La Quinta” y luego a la hacienda “las Monjas” la cual dominaba el Valle de Sogamoso, Rivera conoció al niño Rafael Valdés Tavera ( el famoso Conejo Valdés Tavera), sobrino de sus grandes amigos y también conoció a Lolita Duran Tavera hija de estos señores quien fue su gran amor. A Rivera le gustaba salir por la mañana al potrero llamado “El Durazno” y en este solitario paraje escribía y corregía “La Vorágine”. El Conejo Valdés Tavera le llevaba el almuerzo y le enseñaba palabras en inglés a José Eustasio quien pensaba viajar a Nueva York.
Un día partió Rivera de Sogamoso y fue despedido por sus amigos. En esa velada se oyeron unos versos poéticos dedicados por Rivera a Lolita Duran Tavera:
“Ya tu recuerdo llevaré grabado Para siempre jamás dentro de mi alma; Porque tú siempre a mi existencia has dado Amor y Fe, serenidad y calma”.
Terminó “la Vorágine” y cerró el manuscrito: “Epílogo. El último cable de nuestro Cónsul, dirigido al señor Ministro y relacionado con la suerte de Arturo Cova y sus compañeros, dice textualmente: «Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!» FIN
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