lunes, 28 de agosto de 2017

Aquella noche de un mayo de 1967 solicitamos un caldo con pollo y un calado para cenar. Pasamos la estación del tren de Tunja y entramos a la casa llamada la Primera la cual era atendida por mujeres prostituidas por la sociedad. La muchacha que nos atendió fue amable y se alegró de conocer a unos estudiantes universitarios de la UPTC. La amistad de la consentida como la llamaban y su terrible final un día de diciembre a manos de un esmeraldero, me llevo a escribir la novela “LA CONSENTIDA” como un homenaje a esta joven que un día me invitó a cine al Teatro Suárez a ver “Bella de día". No conocí su nombre solo le decían consentida.
REYNALDO CABALLERO CACERES.

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